Cuidados

¿Puedo volverme intolerante al café?

Quizás un chute de cafeína es lo último que tu cuerpo necesita a (ninguna) hora de la mañana.
Craig McDean

Quizás seas de los que piensan que el café se originó en Colombia. _Meeec... _¡error!. A pesar de gozar de buen marketing, la mayoría de las fuentes sitúan a Etiopía el primer lugar de su cultivo –allá por el siglo XV. En menos de cien años de expasión, el planeta entero se había nutrido de este elixir de dioses –y tan divino que el mismísimo Papa, el del 1600, al primer sorbo exclamó: “Lo proclamo bebida de fieles pues no podía dejar este placer sólo a los impuros”.

Y santa razón tuvo. Aunque lejos de esta realidad, hoy en día  tanto justos como pecadores han acogido al café en su cultura y estilo de vida. En España, tomamos una media de 4,5 kilos al año. En dosis, esta cantidad equivale a un cortado –muy cortadito– en comparación con nuestros vecinos los filandeses; los más cafeteros de Europa con un uso de doce kilos per cápita al año. No es fácil contabilizar a cuántas tazas equivale esta cifra, y aunque parezca una barbaridad, no son las suficiente como para morir de sobredosis.

De hecho, existen diversos estudios que aseguran que tomar mucho café alarga la vida. Pero en contraste, también hay un alto índice de la población  que no puede disfrutar de este bonus vital sin pasarse el juego. ¿Dónde reside el problema de este sector? En la cafeína. Quizás no lo has percibido pero tú mismo podrías ser  intolerante a la cafeína. Sí, estás vivo, pero con unos efectos secundarios nada agradables que igual estás sufriendo y no estás sabiendo interpretar las señales.

Para entenderlo tienes que saber cómo esta sustancia funciona en tu cuerpo. La cafeína es un alcaloide que metaboliza tu hígado –ya que es una de las drogas más consumidas en el mundo, entenderás que pase por el mismo sitio que las demás– por la enzima CYP1A2. ¿Dónde se fabrica? En el ADN, concretamente lo hace un gen homónimo con la ayuda de un compañero llamado 'gen AHR' (que funciona como interruptor en la cadena producción).

Por lo tanto, hay personas que producen más o menos esta enzima. Y en consecuencia serán más o menos tolerantes, a por ejemplo, tomar una taza de café. No te sientas aflijido si eres del grupo de los intolerantes, puedes echarle la culpa a la genética y excusarte diciendo que no estás bien hecho del todo. Pero sí, puedes ser intolerante al café. Y la mejor manera de descubrirlo –además de la empírica– es que acudas a tu médico.

Gracias a esta lógica, puedes entender cómo ciertos individiduos son capaces de ingerir en una misma mañana tres tazas del caldo protagonista, dos o tres latas de Red Bull, una Coca-Cola, ayahuasca, semen de toro y un 'tecito'. para asentar estómago antes de comer, sin sufrir el temblor de una pestaña.

Es interesante destacar que no sólo los mencionados (y estigmatizados) excitantes se ven implicados en la historia. Otras sustancias que contienen cafeína pueden ser el chocolate y algunos medicamentos a los que se le añade una pequeña dosis como estimulante; como los que se utilizan para curar resfriados. ** Aunque eso sí, el café sigue siendo el rey.**

Si sientes malestar y quieres erradicar esta costumbre de tu vida, has de saber que el descafeinado también contiene cafeína. Un estudio de la Universidad de Florida, tras analizar varios descafeinados de los establecimientos más populares de la costa,  concluyó que la mayoría de tazas contenían un alto índice de esta amarga sustancia. ¿Averiguas cuál de todos era el más problemático? El expreso descafeinado del Starbucks.  Parecía inofensivo, ¿verdad? Pues si estás preguntándote por una alternativa a la dosis mañanera de energía a la que tienes acostumbrado a tu cuerpo, te recomendamos una hora más de sueño y mucha agua de coco.

De cualquier forma, ninguna de las dosis extraídas de la prueba podrían matarte. Hay que diferenciar entre la intolerancia (o sensibilidad) a un alimento, y una alergia. Empecemos por el final: si fueras alérgico probablemente ya habrías muerto. Las alergias al café son poco comunes y casi siempre se han producido por contacto con el grano de café verde. En el caso de alergia a la cafeína, como cualquier otro alimento se produciría una respuesta inmunológica de la que te habrías dado cuenta en seguida. O si no, tu glotis se habría encargado de mantenerte informado.

En el caso de la intolerancia, o sensibilidad, los efectos secundarios son menos severos: taquicardias, nerviosismo, ansiedad, dolores de cabeza continuados, insomnio, dolor de estómago –y a la larga reflujo gastroesofágico, vómitos y problemas de tensión. ¿Te suenan los síntomas? Quizás no era estrés lo que estabas padeciendo.

Te puede interesar

¿Cuántos cafés al día se pueden tomar?

Así debes entrenar tu cerebro para ser más productivo