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Que las buenas intenciones no queden en humo

El conjunto de los gallegos, junto al resto de los españoles, están estos días unidos por una triple tragedia provocada por los incendios: la medioambiental, la económica y la personal que sufren aquellos que ven como sus hogares y el trabajo de toda la vida se van por los aires. El destrozo que está causando el fuego lo pagará la sociedad con un paisaje arrasado y la pérdida de riqueza y puestos de trabajo. El efecto del cambio climático, con episodios de altas temperaturas y sequías más prolongadas, llevará además a los distintos gobiernos a una importante labor a fin de modificar los protocolos y las campañas para hacer frente a las llamas. Pero sin duda, los que más faena tendrán por delante serán las familias que deberán empezar de cero. Volver a levantarse desde las cenizas a las que quedaron reducidas sus pertenencias y continuar viviendo. Será, para qué engañarse, un camino duro y tortuoso ante el que nunca debemos dejarles solos. Empezando por las administraciones, que como muy bien señaló el titular de la Xunta, Alfonso Rueda, tienen una oportunidad para coordinarse y mostrar su capacidad de ofrecer respuestas. Todas ellas, locales, provinciales, autonómicas y central, deben ponerse a trabajar desde ya, como están haciendo proporcionando asistencia a las damnificados y anunciando ayudas. Pero también después, cuando los montes se hayan apagado y el debate mire hacia las elecciones o hacia cualquier otra desgracia, quienes ejercen responsabilidades desde la esfera pública y privada no pueden desentenderse. Porque si bien cuando las cámaras están apuntando todo son palmadas en la espalda y palabras de consuelo, una vez que giran las promesas se desvanecen y aparece la desesperación. Sucedió en La Palma, donde siete meses después de la erupción del volcán, cientos de isleños siguen esperando soluciones. Y también con las familias que acogieron ucranianos de la guerra, quienes se quejan ahora de que el Estado “se lava las manos”. Dos ejemplos recientes, aunque hay muchos más. Por el momento, nada que reprochar a La Moncloa o San Caetano, cuyos inquilinos visitaron las zonas cero y se preocuparon por sus habitantes. Tampoco a los bancos que dan un paso al frente proponiendo condiciones ventajosas para la financiación. Sigamos así siempre. Que nadie aproveche estas crisis solo para vender humo.

21 jul 2022 / 01:00
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